Migración de África a Europa

Migración de África a Europa

Migración de África a Europa

Según el Banco Africano de Desarrollo, los jóvenes menores de 15 años constituyen el 40% de la población africana y otro 20% tiene entre 15 y 24 años. Esto significa que muy pronto la pirámide demográfica de África estará formada por miembros de la sociedad, en su mayoría económicamente activos, y la mayoría de los países africanos se enfrentarán al reto de cosechar los beneficios de este desarrollo demográfico.

Esto podría ser tanto una oportunidad como una amenaza: podría estimular la producción y el consumo y crear un círculo virtuoso de crecimiento y prosperidad; o podría ser una fuente de un “bulto juvenil” inmanejable que resulte en disturbios sociales, exclusión, migración “ilegal” y comportamiento antisocial. Todo depende de lo que África haga con su numerosa población juvenil.

La Cumbre de la Unión Europea y la Unión Africana celebrada en Abidján los días 29 y 30 de noviembre de 2017 se centró acertadamente en el tema “Invertir en la juventud para un futuro sostenible”. Europa se preocupa por frenar el creciente flujo de inmigrantes indocumentados a través de sus fronteras meridionales en Italia, Grecia y España; por otra parte, los países africanos están interesados en alcanzar el nivel de desarrollo humano adecuado, una integración regional efectiva y una asociación de trabajo con los países europeos para lograr un crecimiento sostenido como medio de abordar la pobreza, el desplazamiento y el desempleo, especialmente entre los jóvenes.

Los países europeos consideran que los países africanos están mal gobernados y, por lo tanto, no pueden garantizar ni un crecimiento sostenido ni un control fronterizo eficaz para hacer frente a las raíces y causas de la migración. Los países africanos, por otra parte, ven en Europa un grupo de potencias “proto-coloniales” interesadas en asegurar un flujo continuo de materias primas importadas y un selecto capital humano bien educado de los países africanos, a la vez que esperan que los países africanos desempeñen el papel de “gendarme”, monitoreando sus fronteras contra el paso ilegal de migrantes y traficantes a Europa.

La integración regional, la mejora de la gobernanza, la inversión en los servicios y las industrias transformadoras, la mejora de los sistemas de educación y formación, la mejora de las aptitudes para la vida y la empleabilidad de los jóvenes y las mujeres, la libre circulación de mercancías y personas dentro de África y el fortalecimiento de las instituciones democráticas son cambios que deben producirse en el próximo decenio para que África se transforme en una tierra de riqueza y prosperidad capaz de retener a sus jóvenes y frenar el flujo de inmigrantes hacia Europa.

La verdad está en algún punto intermedio. Los países africanos están mejorando sus estructuras de gobernanza y las instituciones democráticas se están fortaleciendo; pero aún queda mucho por hacer en términos de elecciones libres, límites de mandatos, acuerdos financieros transparentes y gobiernos locales y nacionales más responsables.

Europa debería ver en África no sólo una fuente combinada de riqueza bruta y males migratorios, sino también un verdadero socio en inversiones, empresas público-privadas, libre circulación de capitales y recursos humanos cualificados y un aliado en la lucha contra el terrorismo y la delincuencia organizada.

La 5ª cumbre UA-UE, centrada en la inversión en la juventud, es una forma de responder a las preocupaciones africanas y europeas. Al lograr una transformación económica de África (especialmente a través de la inversión en agricultura, agroempresas, industria, energías renovables y el sector digital, como se afirma en la declaración final de la cumbre), se crearán puestos de trabajo, se mejorarán los medios de vida y se conseguirá menos jóvenes gracias al espejismo del Eldorado europeo en el norte del Mediterráneo. Los países europeos se han comprometido a invertir 40.000 millones de dólares para 2020 en proyectos prioritarios que contribuirán a alcanzar este gran objetivo.

Pero se necesita algo más que una simple promesa de financiación (si no se pierde en las telarañas de las respectivas burocracias) y recomendaciones con respecto a la mejora del entorno empresarial y el fortalecimiento de las asociaciones.

“Los africanos necesitan creer en África”, como dijo hace tres años Mohamed VI, rey de Marruecos, y se repitió recientemente en la cumbre UA/UE. La integración regional, la mejora de la gobernanza, la inversión en los servicios y las industrias transformadoras, la mejora de los sistemas de educación y formación, la mejora de las aptitudes para la vida y la empleabilidad de los jóvenes y las mujeres, la libre circulación de mercancías y personas dentro de África y el fortalecimiento de las instituciones democráticas son cambios que deben producirse en el próximo decenio para que África se transforme en una tierra de riqueza y prosperidad capaz de retener a sus jóvenes y frenar el flujo de inmigrantes hacia Europa.

Europa necesita repensar su mentalidad de “fornicaria” y garantizar un flujo razonable de inmigrantes legales a través de procedimientos de visado mejorados e inteligentes. La migración podría ser beneficiosa tanto para una Europa que envejece como para una África en rápido desarrollo. Por otra parte, la inversión en África no es sólo una cuestión de financiación, sino también de transferencia de competencias y un empoderamiento laborioso de las instituciones del sector público y privado para diseñar, ejecutar y supervisar proyectos de desarrollo que requieren competencias complejas en materia de ingeniería y finanzas. Hoy en día es fácil cosechar beneficios rápidos en África, pero no es sostenible. Invertir en el empoderamiento de África es invertir en el futuro de África y de Europa.

Después de la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos diseñó una idea audaz para reconstruir una Europa devastada por la guerra. Se llamaba Plan Marshall. Ayudó a sentar las bases de dos decenios de crecimiento, desarrollo y prosperidad e impulsó una transformación sin precedentes y duradera de las economías de Europa occidental. Es ese tipo de idea audaz que África necesita hoy en día tanto de Europa como de potencias regionales africanas como Sudáfrica, Nigeria, Marruecos, Argelia y Egipto. Un gran plan para África debería consistir en construir infraestructura, mejorar la conectividad marítima y vial, establecer gasoductos y oleoductos, construir puertos y redes logísticas, diseñar conglomerados industriales, construir universidades y centros de investigación regionales, invertir en mega estaciones de energía solar, hidráulica y eólica con la conectividad regional adecuada, y mejorar los rendimientos agrícolas y el tratamiento y la transformación de los productos locales. La financiación no debería ser un problema, ya que China, Japón, Rusia, los países del Golfo Pérsico, además de Europa y los propios países africanos, verán que invertir en la transformación de África es una gran oportunidad para estar allí cuando la tan esperada prosperidad de este prometedor continente responda al llamamiento. Sólo un pensamiento audaz ayudará a cambiar la situación; y África vale la pena, por el bien de los africanos y de todo el mundo.

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